Ángela Clemente Marín
Llega el mes de junio, la antesala a la estación estival, esa época de alegría y desconexión, pero un importante grupo de personas viven y luchan por conseguir su sueño: obtener una plaza en las oposiciones docentes. El camino para lograrlo no es fácil, llevan meses enfrentándose a múltiples desafíos, sorteando obstáculos en los diferentes planos de la vida e intentando mantener un esfuerzo sostenido que en determinadas ocasiones se convierte en “frustración y desasosiego”.
Cuando un docente, decide enfrentarse a unas oposiciones debe entender que no es únicamente sentarse frente a un ordenador y un temario, va más allá. Tomar esta decisión implica una reestructuración de tu modo de vida, aprender a convivir con el cansancio, con la autoexigencia y con el miedo al fracaso, dentro de un sistema desigual e injusto. A lo largo de mi trayectoria, he visto a personas que “lo dan todo” sabiendo que dentro del proceso hay variables externas incontrolables que impactan en el resultado final, por esta razón, considero que esta realidad debe ser expuesta y valorada.
Actualmente, el sistema de oposiciones es garante del acceso a la función pública por mérito y capacidad, sin embargo, presenta diversas brechas derivadas de cambios normativos frecuentes, falta de criterios unificados entre las comunidades autónomas y exigencias devastadoras que no definen a una persona como docente en un examen de unas horas, dejando fuera a grandes profesionales con vocación de corazón.
Desde mi rol como preparadora, pienso que además de la formación académica, es de vital importancia ofrecer cobijo, empatizar, acompañar y sostener cuando las fuerzas flaquean. Estoy convencida que la preparación emocional y estratégica es tan necesaria como el contenido a desarrollar, por esta razón, resulta clave ayudar a cada persona a encontrar su método, su ritmo, su seguridad y especialmente a recordarles a modo de mantra, que el valor de lo que hacen no se mide por una nota final.
Opositar duele, el sacrificio es extremo, pero en toda esta vorágine de sensaciones, aparecen valores que muchas personas creían no tenerlos como: la gestión del tiempo, la organización, la tolerancia a la frustración y la crítica constructiva, sin duda, cualidades esenciales para cualquier docente.
A lo largo de mi trayectoria, he visto caer convocatoria tras convocatoria a muchos compañeros y compañeras, pero el no cejar en el intento, les ha llevado actualmente a ser referentes en sus centros educativos, por tanto, esta dura aventura ¡Merece la pena!
Es necesario un cambio en el sistema de oposiciones docentes, se debería apostar por un modelo verdaderamente equitativo que contemple además de los conocimientos teóricos, las competencias pedagógicas, la experiencia acumulada, y la capacidad de reflexión y mejora continua. Nuestro ALUMNADO se merece a docentes preparados y con VOCACIÓN, ya que esta es el motor de la enseñanza y del aprendizaje.
A ti, opositora y opositor que estás estudiando con un cansancio insostenible, pero sin rendirte; que dudas, pero continuas; que has tenido tropiezos pero vuelves a intentarlo; que lloras pero emerges: este artículo es para ti. Nunca dudes que lo que haces es enorme y no pierdas de vista tu pasión por la educación, ni el motivo por el que comenzaste.
