La irrupción de la Inteligencia Artificial en el mundo educativo ha sido lo más parecido al tsunami de Japón que hemos vivido los docentes ahora en activo. Pero la pregunta es, ¿también ha resultado igual de catastrófico?
Yo, personalmente, me quedaría más con la magnitud del impacto que con los daños y perjuicios. De hecho, a continuación, con este artículo, me gustaría ofrecerles una visión más positiva de este fenómeno tan sonado últimamente en todo el ámbito académico.
Que de todos los grandes cambios siempre se puede sacar algo bueno. Y eso, más o menos, es lo que les vengo a contar. Pero cojan el flotador, por si acaso.
TRES EJEMPLOS DE BUENAS PRÁCTICAS
Este curso, después de dudarlo un poco -muy poco, no les voy a engañar-, acabé decidiéndome por sumarme a la tendencia. Mi premura: mostrarles yo la IA, antes de que ella lo hiciese por su cuenta. Porque en esta era digital en la que nos movemos, unos a duras penas y otros con cierto dominio, nuestros alumnos y alumnas no es que naden como peces en el agua, sino que lo hacen como auténticos tiburones. Esto es: veloces y voraces.
Por ello mismo, y más aún cuando hablamos de una herramienta tecnológica que puede usarse tanto para hacer el bien como para hacer el mal, se nos antoja primordial llegar a tiempo.
Y eso he intentado con mi alumnado de tercer ciclo este curso escolar. Desde el área de Conocimiento del Medio, hemos ido coqueteando paulatinamente con las inteligencias artificiales hasta acabar incorporándolas en algunas facetas incluso como rutina metodológica. Les voy contando.
- EN UN PARPADEO

La primera IA que hemos usado ha sido TOME. Para quien aún no la conozca, es una plataforma digital que te monta una presentación tipo PowerPoint, Prezi… en cuestión de 30 segundos o poco más. Simplemente le escribes la temática o el contenido en sí sobre el que quieres que verse, y te pregunta luego un par de preferencias con respecto al diseño estético que te gustaría que llevase. Y listo. En menos de lo que dura un parpadeo.
“Maestro, pero ¿esto no es trampa?”
Poco tardaron en hacerme esta pregunta. Y para mí la respuesta es sencilla. Si lo que quiero es que aprendan a buscar, contrastar y seleccionar la información, es decir, a investigar, sí, es contraproducente. Pero si lo que quiero es que tengan que redactar, sintetizar y sobre todo, exponer las ideas principales, entonces estamos ante todo un adelanto. Porque esta IA nos permite ahorrarnos una barbaridad de tiempo (sobre todo en el aula), que bien podemos emplear en poner el foco directamente en la exposición. Además, en mi caso, lo contrarresto de la siguiente manera. “No vale dejar el texto de la presentación tal como nos lo monta el TOME, sino que necesito que lo leáis, lo entendáis y lo reescribáis más cortito y con vuestras palabras.” Entonces, en esa necesidad de cambiarle el registro lingüístico al texto, ya va la labor de lectura, comprensión y expresión. Por lo que acaban trabajando igualmente lo deseado.
- UNA OUIJA ACADÉMICA

El día que yo les vendí la moto de que íbamos a poder hablar con los muertos, a mi alumnado casi se les vuelca el pupitre del susto. “Profe, ¿como en las películas de miedo?” Ojalá hubieseis visto sus caras. Resulta que habíamos estado estudiando durante todo el primer trimestre diversos siglos de Historia. En quinto, desde los romanos hasta Colón, y en sexto, desde la Revolución Francesa hasta el Covid19 (sí, es increíble que ya salga en nuestros nuevos libros de texto).
Y claro, entre tantos siglos, batallas, conquistas y reconquistas, habíamos vivido un auténtico Juego de Tronos. Pero en el que habíamos pasado siempre un poco de puntillas. Y se nos habían ido quedando muchas dudas en el tintero. No tanto cuestiones históricas, sino curiosidades para las que difícilmente encontraríamos respuesta en los libros a nuestro alcance.
Entonces se me ocurrió que podíamos usar la Inteligencia Artificial para entrevistar a varios de aquellos personajes célebres sobre los que habíamos estado trabajando durante el trimestre. Pero les ofrecí la oportunidad de burlar un poco las normas de cortesía e ir directamente al grano. A preguntarles sin reparo las mayores inquietudes que les suscitara su, a menudo, impredecible ingenio. Y así fue.
Instalamos el Chat GPT en el ordenador de clase, conectamos la pizarra digital, y le pedimos a la IA que encarnase al personaje histórico que le fuéramos diciendo. Le advertimos que estábamos en clase de Ciencias, que era una actividad escolar y que, por tanto, necesitábamos que emplease un lenguaje asequible para la edad de nuestros discentes. Del mismo modo, y para que tuviese aún más pinta de conversación real, le rogamos a la IA que nos respondiera en primera persona y de forma breve. Y la tecnología obró su magia.
En cuestión de horas habíamos montado sin querer una especie de plató, híbrido entre el Sálvame Deluxe y el Discovery Max. Le preguntamos a los Reyes Católicos que cómo se enamoraron, a Colón cuál era su barco favorito de los tres con los que zarpó, a Elcano que si en algún momento sintió miedo dándole la vuelta al mundo junto a Magallanes. De María Antonieta quisieron saber qué se sentía camino de la guillotina, y de Isabel II que qué le gustaba desayunar por aquel entonces. Quisieron buscarle las cosquillas nada más y nada menos que a Napoleón, interrogándole acerca de si ya tenía planeado romper el Tratado de Fontainebleau para invadir España cuando lo firmó pacíficamente con Godoy, o si se le había ocurrido sobre la marcha.
No sé… Les podría poner multitud de ejemplos, pero les aseguro que todos igual de fascinantes. ¡Y aún más lo fueron sus respuestas! Fue una actividad preciosa, en la que vivimos momentos interesantísimos. Conseguimos crear, gracias a esa IA, una especie de burbuja atemporal que nos proporcionaba una falsa pero al mismo tiempo verdadera intimidad, donde sólo estábamos nosotros y el personaje histórico al que, por un instante, habíamos desenterrado para poder interrogar frente a frente casi mirándole a los ojos. Para luego devolverlo a la eternidad y que continuase de nuevo con su descanso.
Ya les digo, fue una auténtica pasada. Y además, luego le dimos otra vuelta de tuerca y, aprovechando otra aplicación digital llamada CHATTERPIX, le pusimos voz a las preguntas y respuestas más atractivas que habían salido. Para ello el programa nos permitía ir dibujándoles una boca pequeñita sobre lienzos en los que famosos pintores de la Historia del Arte habían retratado a todos estos personajes. Con lo que acabamos generando algo parecido a un programa de radio o podcast visual. Unos alumnos hicieron de entrevistadores, y los otros, de entrevistados. Luego compilé todos los videos y nos quedó una amplia colección de cuadros famosos que, en lugar de reposar en el silencio del Louvre o el Prado, nos hablaban al pulsar sobre ellos para revelarnos aquellas curiosidades sobre las que habíamos indagado con anterioridad. ¡Menudo producto final para nuestra primera Situación de Aprendizaje!
- UN ANTES Y UN DESPUÉS

Cuando en Halloween, mis compañeras de tercer ciclo y yo, montamos la Feria Educativa con diversos talleres tematizados sobre dicha festividad, nunca imaginé que uno de ellos nos abriría un nuevo horizonte metodológico. ¡Que en todos lo pasamos bien, eh! Y trabajamos competencias de todo tipo, y prácticamente todas las áreas curriculares. Y bailamos, manipulamos, memorizamos, recitamos, experimentamos, ¡e incluso hicimos magia! Pero, en lo que a este artículo nos atañe, hubo un taller en el que descubrimos un mundo la mar de interesante. Y digo “descubrimos”, porque fue una agradable sorpresa tanto para grandes como para pequeños.
Le habíamos apodado “Horrorflix”. Y consistía en plantear una nueva película o serie -como las de Netflix-, y diseñar cómo sería su cartel de cine. Pero en lugar de dibujarlo a mano, o incluso en una aplicación digital, utilizamos una extensión que acababan de implementar en Canva, basada en una inteligencia artificial. Yo ya había utilizado por mi parte DREAM BY WOMBO, o DALL-E. Ambas, IAs a las que les pides por escrito lo que quieres ilustrar y ellas solas te componen el dibujo lo más fielmente posible a lo que les has solicitado. Incluso incorporan la capacidad de adaptarse a multitud de estilos artísticos, para intentar aportarte la ilustración más parecida posible a lo que habías imaginado cuando escribiste su descripción.
En el caso de aquel taller, descubrimos que en CANVA, la misma plataforma que habíamos estado utilizando para diseñar la decoración de nuestra aula, la cartelería y las normas de convivencia, acababa de sumar a su amplio abanico de posibilidades una herramienta similar a las dos anteriormente mencionadas. La probé, y me pareció tan buena y al mismo tiempo tan sencilla de usar, que me lancé de cabeza a incluirla en aquel taller.
De esta manera, acabaron diseñando verdaderos carteles dignos de una galería de cine, donde a cualquier aficionado al mundo fílmico le habría costado sinceramente diferenciar una composición real de la mayoría de las nuestras obtenidas aquella mañana.
Y dirán ustedes, “ah, mira qué interesante”. Pero la razón de este artículo no está ahí. Esto era solo para situarles. El verdadero motivo -que de hecho ha sido la semilla creativa que me ha llevado a sentarme a contarles mis peripecias en esta ocasión- es otro. Y es que, gracias a esta Inteligencia Artificial del CANVA, mis alumnos y alumnas han vivido un antes y un después en un ámbito escolar determinado, al que normalmente no le ponían demasiado esfuerzo: las portadas de los cuadernos.
Todo empezó con un chico de mi clase. Que una mañana, en la hora de Atención Educativa, mientras diseñábamos una cosilla juntos en la pizarra digital, me preguntó: -“Profe, ¿y si utilizamos lo de los carteles de Halloween, para hacer la próxima portada de Ciencias? Lo miré con ese aire del que ya se sabe ganador. Fue un flechazo de los gordos. Porque viendo lo que les había encantado aquel taller, y lo atractiva y agradecida que es siempre la temática de Conocimiento del Medio, iba a ser un éxito seguro. Y así fue.
Debo reconocer, que no fue pasar de la lija al terciopelo en una décima de segundo. Que ha conllevado un proceso, no laborioso, pero sí de mimo e insistencia. En el que, entre los niños y yo, hemos tenido que aprender a “darle coba” a la IA a la hora de pedirle por escrito lo que queremos ilustrar. Porque dependiendo de cómo se lo pidamos, y del estilo artístico que seleccionemos, ésta nos ofrece algo igual o mejor de lo que habíamos imaginado, o por el contrario una ilustración absolutamente inútil para lo que vamos buscando.
Esto es una cosa de ensayo y error. De lo que a unos les funciona, ya les sirve a los otros, y expresiones que no traen buenos resultados, se comparten para que los demás se ahorren ese tiempo en seguir buscando la mejor fórmula posible. Es un proceso creativo muy cooperativo, donde si encima creas una plantilla de CANVA comunitaria, y cada grupo en clase cuenta con un portátil para ir diseñando en paralelo y en línea sus diferentes versiones de portadas, todos acabamos obteniendo un buen puñado de modelos espectaculares. Y al final de la sesión, se compilan todas en un mismo documento y se suben al Google Classroom para que cualquiera de ellos las tenga a su disposición en casa para plasmar en su cuaderno ya la que más les plazca.
Y esto se llama un antes y un después porque lo que me he encontrado estos meses hasta la fecha, desde que nos ha dado por implementar esta nueva manera de hacer las portadas de nuestros cuadernos, no ha sido una leve mejoría, sino prácticamente un cambio de paradigma. Hemos pasado de tener dos, tres chicos o chicas medio hábiles en sus composiciones, a tener doce, quince, veinte portadas magníficas. A cada cual más impresionante. Y lo francamente interesante de esta cuestión no ha sido que los brillantes se hayan vuelto fulgurantes, o los tibios relucientes. Sino que aquellos y aquellas con sus portadas a menudo más mediocres, han probado esta manera de trabajar, han visto con sus propios ojos sus nuevos resultados, y han ganado un plus de confianza tan grande que cualquier dificultad técnica o artística a la hora de dibujar ha pasado completamente a segundo plano.
Les muestro ahora un par de collages a modo de ejemplo. Como verán, la cosa se ha extendido casi como un veneno. Y de lo que al principio fue una alternativa para el cuaderno de Ciencias, ahora ya lo es para todo lo que se pueda aplicar. ¿El truco? Echarle una buena ojeada al tema que se viene por delante para pillar la idea de los contenidos que se van a trabajar. Sea cual sea la asignatura. Y así, queridos compañeros docentes, mato dos pájaros de un tiro. Ellos tienen los ingredientes suficientes con los que alimentar a la IA, y yo me aseguro de que tienen desde el inicio de la unidad didáctica, cierta noción de la aventura que se viene por delante.

CONCLUSIÓN
Siempre dicen que es mejor arrepentirse de las cosas que han salido mal, que de ni siquiera haberlas intentado. En nuestra profesión esto se cumple constantemente. Y mi repertorio metodológico es cada curso más amplio y más rico gracias a que pruebo, pruebo y no dejo de probar, cada nueva cosa que veo, cada técnica, recurso o herramienta que sale. En el boca a boca entre pasillos, en grupos de WhatsApp y redes sociales. Cualquier novedad que pienso que puede mejorar mi praxis, la llevo a la práctica aunque solo sea una vez. Por si las moscas. No vaya a ser que, por pura casualidad, resulte ser aquello que por fin termine de enganchar a algún alumno/a al que aún no he conseguido meterme en el bolsillo. O sea la manera diferente de hacer las cosas que acabe convirtiéndose, casi por carambola, en la alternativa providencial que parte de mi alumnado estaba esperando como agua de mayo. Porque la que habíamos visto en clase, o la que les presentaba el libro de texto, o aquella con la que se ha hecho «de toda la vida» no la terminaban de entender.
La metodología de un buen docente debe estar viva. Y debe ser tan amplia que en ella quepa todo el mundo. Sin caer en los radicalismos, que el truco es no morirse de fiebre por ninguna, sino saber quedarse con lo mejor de cada una que vayamos descubriendo por el camino. Y usarlas según la ocasión.
Y saber siempre que cada grupo es un mundo, y que habrá veces que una forma de hacer las cosas no encaje con ellos en absoluto y, por el contrario, otras sea la panacea. Eso no está en nuestras manos, pero explorar todo lo posible para tener siempre otra opción más, sí que lo está. Y merece la pena.
