“La escuela está deprimida y triste “:

Nuestro sistema actual tiene un trastorno común caracterizado por una sensación persistente de tristeza, pérdida de interés en las actividades diarias y cansancio sin causa aparente. Afecta a millones de docentes en todo el mundo y puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de nuestra sociedad.

Hay tres frentes de decadencia educativa: La burocracia, la falta de valentía y el miedo al cambio y por último la falta de compañerismo. Todo esto da lugar a la explosiva situación emocional de muchos docentes, que se sienten en un estado de pérdida de apetito educativo. ¿Qué es la falta de apetito educativo? Yo lo vinculo y defino como la aparición del estrés educativo y ¿qué es, ¿qué significa?

El estrés educativo se define como «reacción de activación fisiológica, emocional, conductual y cognitiva ante estímulos y eventos académicos». Es un malestar general que viven los maestros y maestras (de diferentes etapas académicas) ante su trabajo. Ese malestar se manifiesta con ansiedad, frustración, ira, apatía, aislamiento, conflictos, pensamientos de incapacidad, sentimientos de inferioridad, y conductas diversas

En los últimos tiempos, cada vez son más las noticias que recogen el desencanto de los maestros y maestras en general y es que la escuela está en ese camino desorbitado de pérdida de sentido.

En cuanto a los síntomas, empiezan a parecer los que se denominan SÍNTOMAS COGNITIVOS y que aluden a pensamientos de incapacidad con respecto a nuestras funciones, limitándonos en la toma de decisiones, en la ejecución de tareas y en el bloqueo más absoluto, que nos conduce a LOS SÍNTOMAS EMOCIONALES, síntomas que se evidencian en la constante sensación de vivir en una montaña rusa y pasar de un estado a otro sin capacidad de argumentar por qué estamos así.

Los referentes que te sentencian son competitividad, expectativas, comparaciones y vacío del sistema, en este caso, vacío por parte de los profesionales con los que cohabitas y que no valoran nada de lo que aportas, dejándose llevar por las expectativas que otros, sobre todo dirigentes de los equipos, han vertido sobre ti.

A esta carga de partida, le sumamos la burocracia apática, tediosa y caprichosa, que requiere de nuestro tiempo, y que corrompe la motivación y la aísla relegándola al olvido, porque el objetivo, ya no es la infancia, sino el cumplimiento de tablas, registros y documentos sin mayor riqueza que la de copiar y pegar de un folio a otro. Esto se ha convertido en un viaje de archivos que van poblando carpetas, mermando la memoria de los dispositivos y relegados al olvido de lo que una vez fue el proyecto de ser algo y que en la práctica se quedó en eso, en lo que pudo ser. 

Si leyéramos el contenido de lo que queda grabado en las plataformas digitales de cada Comunidad, no sacaríamos en conclusión absolutamente NADA. Es como una tela de araña enredada y cargada de propuestas de mejora que nunca se mejoran y proyectos que al final termina en actividades puntuales realizadas a la fuerza, casi sin previsión y al amparo de coordinadores que no quieren complicarse más de lo que ya les complica la propia Administración.

Esta montaña de papeles nos empuja al abismo de la desgana, de hacer por cumplir lo mínimo y vuelven a la escuela esas maestras de chaqueta al hombro y en vez de papeles amarillos, carpetas donde cambian el año y perpetúan la misma materia. Y sí, hablo de materia, porque es lo que vende la escuela, materia triste y gris, materia de almacenamiento en la mochila de la desidia y de lo que jamás será significativo.

Las quejas son el hilo conductor de las conversaciones entre docentes, pero ahí termina el camino de ese hilo. Nadie protesta en el lugar correcto, nadie reivindica una escuela por y para la infancia y nadie en definitiva hace nada, ni por sí mismo, ni por el sistema.

No hay fuerza, no hay ganas, no hay iniciativas, no hay lucha de verdadera, ni razón para buscarla.

LA CULPA:

Es el mecanismo más fácil para salir adelante en una situación en la que no se asume nada y qué mejor agente de condena, que la generación que habita en las escuelas. Son la presa fácil, el blanco de desahogo de nuestros propios errores.

Justificamos que las generaciones venideras no lo ponen fácil, que son blandas y sin sueños y que lo tienen todo. Nos amparamos en dar lecciones a las familias dando consejos que, en la misma escuela, en el espacio educativo, no ponemos en práctica.

Es importante atender a un dato numérico y objetivo, añadido a esta culpa justificada y que es la ratio. Una ratio desbordante y que no permite ni atención real, ni personalización, ni calidad en el sistema. El número de niños y niñas por aula no puede ser un lujo, debe ser una responsabilidad de la Administración, una garantía de éxito que no debiera requerir discusión alguna.

LA HUELLA APLASTANTE DE LAS EDITORIALES:

Otro gigante aliado con el fracaso en la escuela. Se trata de usar el libro como un recuso, no como el recurso central. Vendemos la dignidad del proceso a unas páginas llenas de ejercicios o fichas aburridas que remarcan puntos o siguen trazos. Olvidamos en estos contratos vinculantes llamados cheque libros, la dignidad de la contextualización o la respuesta a la necesidad real de nuestro alumnado. No se puede contextualizar desde el contexto general de una Comunidad o con la visión desde la ventana de un despacho, lejos de los gritos del patio, de las preguntas espontáneas o de las inquietudes reales de la infancia.

El ejercicio 14 o la ficha 5 no logran nada más que la predisposición al rechazo a la escuela, al aburrimiento, a lo rutinario, alejándolos del verdadero sentido del aprendizaje.

LA JOYA DE LA CORONA. ¿Y SI QUIERO TRABAJAR DIFERENTE ?:

Todo ha quedado reducido a una batalla campal entre nosotros mismos, porque el que quiere trabajar y cambiar, ser valiente y revolucionar, resulta que es etiquetado como vendedor de humo, como gurú o como trabajador al escaparate. Si te unes al bando de los que van y cumplen lo mínimo, parece que te va mejor, porque no cruzas la línea roja, pero si estás en el punto medio, todas las heridas pasan por tu filtro y es que juegas en tierra de nadie.

Este estado de malestar, de competitividad, de ausencia y de falta de compañerismo, se une a ese montón de cosas que suponen y que nunca llegas a saber. Es aquí, en este momento donde aparece el denominador común de todo el profesorado, el DESENCANTO. Un desencanto que se traduce en llegar al centro cinco minutos antes, en querer desde el lunes que llegue el viernes y en no complicarse la vida para nada, pero sí en juzgar al que va con el paso en otra dirección, con la valentía de revolucionar para demostrar que otra escuela es posible.

El estado de ánimo del profesorado comprometido está enfermo social y profesionalmente. Lo está porque se somete diariamente a la crítica destructiva, al aislamiento y a situaciones de verdadero acoso laboral. Desprestigio, rumorología, mentiras, cuestionamiento sin derecho a explicación o replica y, sobre todo, la condena a la etiqueta corporativista del vacío. Marcados por los silencios, los desprecios a sus logros, al bloqueo de querer ser parte y que no te lo permitan, se convierte en un camino muy difícil y complicado, a veces insuperable.

Hay un síndrome educativo, que es el síndrome del maestro solitario, del maestro ausente, del maestro que perdió el norte en el empeño de orientarse a sí mismo en un mundo complicado, lleno de trampas dulces y mentiras, lleno de gente, pero a la vez, vacío.

Se nos olvidó que no hace mucho, estábamos sentados en la misma silla, en la  que hoy están aquellos que dependen de que hagamos posible una escuela de verdad, una escuela por y para la vida, una escuela donde no olvidemos las emociones y lo importante que es la salud mental.

Publicado por sptartessos

La Sociedad Pedagógica Tartessos está formada por docentes interesados en modernizar la educación española.

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