Un proyecto educativo sobre la muerte en Educación Primaria
Quien ha sabido vivir, no le teme a la muerte.
Martín Valverde
El 20 de marzo de 1991, Conor, hijo del cantante británico Eric Clapton, muere accidentalmente al caer del piso 53 de un rascacielos en Manhattan, Nueva York, a los 4 años y medio de edad. Su padre compone Tears in Heaven (Lágrimas en el cielo). Esta es la canción, una de las más conocidas del músico, que nos ha servido para emocionar al alumnado en la primera sesión del proyecto Después de la vida, un trabajo educativo sobre la muerte y que le da identidad al colegio San Roque de Alcoy (Alicante), escuela concertada donde hace 23 años que trabajo.
Por regla general, hablar de la muerte en Educación Primaria siempre ha sido un tema tabú. Personalmente, no recuerdo haberlo hecho en el colegio en mis tiempos de estudiante. De hecho, conforme van pasando los años, cada vez vemos menos niños en los tanatorios y en los entierros. Mejor buscar un plan alternativo para que no se traumaticen, que no tienen edad para esas vivencias, opina la mayoría. Pero no todos pensamos lo mismo. Los que nos dedicamos a la docencia sabemos que existen muchos colegios que suelen tener protocolos para tratar este tema, y eso es fantástico, pero siempre se aplican a posteriori. Yo soy un simple maestro de Educación Física, no soy psicólogo ni pedagogo, pero el sentido común y las vivencias pasadas a nivel personal siempre me han indicado que hay que tratar la muerte en edades tempranas, aunque nos cueste, ya que hablamos de un hecho que no se puede esconder. Pienso que es muy importante preparar su llegada, más todavía sabiendo que es de lo único que estamos seguros que va a suceder. Por lo tanto, opino que debemos trabajar la muerte con total naturalidad, porque forma parte inevitable de la vida.

Y… ¿por qué pienso así? Te cuento. En el año 2015 fallecía mi tía Marina de cáncer de pulmón. Fue un golpe muy duro para toda la familia porque lo hizo relativamente joven. Me acuerdo que entré con mis dos hijos, de 5 y 9 años, en la habitación donde se apagaba, para darle el último adiós. Recuerdo que le dijo a su hermana, mi madre, “¡Qué valientes!”. Fueron las últimas palabras que le escuché a la que fue enfermera de vocación y quien con su ejemplo nos enseñó a todos a normalizar la muerte. Una vez fuera de la habitación pensé que cualquiera de mis dos hijos podía estar en su lugar y lo terrible que tiene que ser para una familia enterrar a un hijo. Fue entonces cuando me di cuenta que como maestro no estaba preparando a mis alumnos para este tipo de emociones y, casi con toda seguridad, yo tampoco lo estaba para hacerlo. Por ello, después de hablar con gente sobradamente preparada, decidí realizar un proyecto de aprendizaje-servicio a favor de los niños con cáncer y proponer en el colegio realizar un proyecto sobre la muerte. Sobre las cenizas del Ave Fénix de mi tía nacieron dos proyectos que han troquelado mi vida personal y docente: Caminem Junts (Premio Nacional de aprendizaje-servicio a la Solidaridad/Derechos Humanos en 2108), con el cual le plantamos cara al cáncer; y Después de la vida, un trabajo educativo sobre la muerte, que ha ayudado a muchos alumnos a sobrellevar un poco mejor su vida cuando la muerte le ha tocado de cerca.
Durante el diseño de los borradores de ambos proyectos empezaron a surgir las primeras dudas. Recuerdo que consulté por Internet y no encontré, y con ello no quiero decir que no lo hubiese, ningún trabajo realizado en Primaria sobre estas dos temáticas. Hablé con dos psicólogas de confianza y ambas veían muy positivamente las iniciativas. Finalmente, me decidí a darles forma de programación de aula y de diario de aula. A las pocas semanas lo tenía todo encima de la mesa para empezar las clases. Pero, mi duda volvió a resucitar, y casi me hace tirar la toalla, cuando observé que las propuestas no tuvieron buena aceptación en el colegio e incluso tuve que soportar el literal de “No son temas para Primaria. No te va a salir bien, vas a traumatizarlos” de una compañera en presencia de otros maestros. Era comprensible, porque se trataba de dos temáticas muy arriesgadas que sacarían de la zona de confort al profesorado, familias y alumnado. De hecho, para proponer Después de la vida, lo tuve que hacer por medio del amigo Diego, el vicario que había en mi colegio en aquella época, muy bien considerado. Yo tenía miedo a que aquellos compañeros del mismo nivel (somos un colegio de cuatro líneas) no aceptaran el proyecto, cosa perfectamente entendible. Pero las estrellas se alinearon y el carro empezó a rodar.

El primer duelo que vivo como maestro viene de la mano del proyecto del cáncer, ya que una amiga que conocimos en nuestras visitas en dos curso no pudo superar la enfermedad. Fue un duro golpe, pero tuvimos la suerte que coincidió con Después de la vida ya en marcha y ello nos ayudó a sobrellevar con una mayor resiliencia las emociones despertadas.
Me gustaría empezar a detallar Después de la vida con un indicador muy positivo que demuestra la viabilidad del trabajo. Un agradecimiento muy especial de una familia que nos hizo llegar la noticia de que una niña pidió estar en el tanatorio y acudir al entierro de su abuelo con el que la unía un vínculo muy especial. Su madre estaba muy sorprendida y jamás hubiera imaginado que su hija de doce años tuviera esa iniciativa.
Como he comentado anteriormente, trabajo en un colegio concertado y este es de ideario católico. Puede ser que juguemos con ventaja, pero hay que destacar que este proyecto nace para las asignaturas de Religión y también la de Tutoría. Por ello, todo el alumnado de las diferentes religiones que tenemos en las clases se sienten partícipes del mismo. Después de la vida cubre dos grandes objetivos vertebradores: sensibilizar al alumnado frente a la muerte (desde el punto de vista cristiano y laico) y conocer el patrimonio funerario de la ciudad de Alcoy.
Respecto al primer objetivo, el pastoral, trabajamos los tipos de enterramientos y ritos que existen en diferentes religiones del alumnado que forma las clases, el sacramento de la Unción de los enfermos, se explicó el significado de inhumar e incinerar, así como también la diferencia entre un cementerio (ciudad que duerme) y una necrópolis (ciudad de los muertos). Se trabajó la lectura mediante diferentes textos bíblicos y oraciones dedicadas a los familiares difuntos. Recibimos la visita de diferentes sacerdotes, para aprender de primera mano la diferencia entre una misa ordinaria y una de funeral y realizamos un Compara y Contrasta de las mismas para entender qué tienen en común y cuáles son las diferencias. También se realizaron diferentes asambleas y se aprovecharon entrevistas a los familiares más longevos para tratar el tema y recordar a los familiares que habían partido de este mundo. Y, como banda sonora, todos los días sonaba en clase No se han ido del todo del cantautor Martín Valverde, la letra del cual memorizaron profundamente.
Del segundo objetivo, que hace referencia al patrimonio de la ciudad, realizamos una unidad didáctica sobre el cementerio San Antonio Abad de Alcoy, uno de los más bonitos de España por los monumentos funerarios que lo forman: los panteones modernistas, las tumbas del pueblo, la fosa común, las catacumbas, la parte militar, la civil, la de los sacerdotes y la de las monjas y recién nacidos. El alumnado aprendió los tipos de inscripciones latinas de las lápidas (R.I.P., R.I.P.A., D.O.M., D.E.P.), el material con los cuales están realizadas y su relación con la industria pasada de la ciudad como, por ejemplo, las tumbas artísticas de hierro.
Después de la vida tuvo una doble tarea final: la Oración por los difuntos en la capilla del colegio y la salida al cementerio San Antonio Abad. Respecto a la primera, se invitó a los familiares del alumnado a la capilla del colegio para participar en una celebración dedicada a los familiares difuntos. La emoción creció al máximo cuando, en un momento de la oración, se proyectaron las imágenes de los familiares y amigos fallecidos. El resultado fue muy intenso e inolvidable.

Y respecto a la salida al cementerio, hay que indicar que tuvo dos partes bien diferenciadas. Primero, se realizó la ruta para conocer en directo los monumentos funerarios que hacen de este cementerio un lugar diferente y original, destacando, por encima de todo lo visitado, el panteón modernista de Agustín Gisbert, ganador del I Concurso de Cementerios de Adiós Cultural al mejor monumento funerario de España. Una vez terminada la ruta patrimonial, empezó la parte más conmovedora del día. Los alumnos, sentados en el suelo del edificio de la fosa común, recordaron momentos vividos con sus familiares difuntos e hicieron subir el emociómetro al máximo. Después, visitaron las tumbas de los familiares para tener un encuentro libre, sincero e íntimo. Arreglaron las lápidas, trajeron flores, les ofrecieron dibujos y mensajes íntimos, para vivir un día que nunca podrán olvidar.
Como conclusión al proyecto, y como reza la canción de Martín Valverde, hay que saber vivir para no tenerle miedo a la muerte. Muchas gracias por tu lectura.
Paco Pascual Soler
Maestro de Primaria
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