Los padres, sufrimos de cansancio emocional, al tener que luchar contra un sistema que no responde a las necesidades de nuestros hijos, además estamos cansados de que estos niños sufran rechazo social por falta de aceptación. Como madre de tres niñas de altas capacidades, mirando dentro del sistema educativo, compruebo como este no cubre las necesidades educativas de nuestros hijos, estas circunstancias provocan desmotivación y hace que no desarrollen sus talentos, induciendo fracaso escolar. Observo que en las aulas hacen falta más recursos y formación del profesorado, para que aprendan como adaptar la formación a los distintos ritmos de aprendizaje.
En general existen demasiados estereotipos sociales sobre los niños y niñas con altas capacidades intelectuales o superdotados. Los padres no nos atrevemos a comunicar a otras personas que nuestros hijos tienen estas características, por el miedo al qué dirán y a que los niños sufran en las escuelas de aislamiento social, lo más preocupante para nosotros los padres.
Estos niños tienen preocupaciones muy precoces en temas filosóficos, lo que los hacen pensar diferente. Son personas cuya intensidad emocional, motora, intelectual, preceptiva e imaginativa, es muy elevada, por lo que continuamente están llevando a cabo una gran actividad tanto física como mental.
Entre los estereotipos, hay uno de género que incide en el perjuicio que causamos a las niñas. Cuando un chico destaca en la escuela, se le dice que es muy listo, por el contrario, cuando una chica destaca, se le dice que es muy trabajadora.
Los adultos proyectamos en las niñas, desde muy pequeñas con un mensaje sutil, una forma de presentarse al mundo que supone la puerta de entrada a su propia realidad intelectual y capacidad.
Estas chicas tan “trabajadores y constantes”, cuando llegan a la adolescencia tienden a ocultar sus diferencias intelectuales, para sentirse aceptadas, con la consiguiente bajada de notas para no sobresalir. Algunas niñas, una vez identificadas, ni siquiera quieren salir a dar clases de adaptación curricular, por miedo al qué dirán, a ser rechazadas.
Tanto en las escuelas como por parte de los adultos, debemos de tener mucho cuidado con los mensajes que transmitimos, bien verbalmente, bien con nuestra actitud, pues estos mensajes quedan grabados en el subconsciente de los pequeños. El caso de las niñas tiene su particularidad, pues en ellas el papel socializador les juega malas pasadas, y estos mensajes son muy influyentes en su futuro, tanto en su papel de escolarización, como en sus salidas al mercado laboral.
Pilar Tirado Becerra
Todas estas circunstancias hacen que nos encontremos con niñas y niños que se hacen adultos llenos de miedos, de desesperanza, por el simple hecho de que no se les ha permitido desarrollar sus dones, sus talentos.
Como sociedad estamos dejando que una mente brillante se nos escape, estamos siendo cómplices de crear problemas psicológicos a estos ciudadanos a base de vulnerar sus derechos. ¿Preferimos una persona destruida, a otra que colabore en mejorar nuestra comunidad o es simple ignorancia?
Una sociedad que no sabe aprovechar el talento de sus ciudadanos, es una sociedad enferma; y, o buscamos una cura, o sólo nos quedará un destino nada halagüeño para las futuras generaciones: ser sirvientes y dependientes de aquellas otras comunidades que sí saben aprovechar y potenciar las capacidades de todos sus habitantes.
¿El cuento de Harrison Bergeron ambientado en 2081 es la sociedad que queremos dejar a nuestros hijos?
Alberto Flaño Romero.

Presidente Fundación Avanza.
“Aprendiz de mucho y maestro de nada”.
