La Sorpresa

El 12 de marzo hubo un comentario generalizado en el centro, » Pues yo, si me dejaran en casa 15 días tampoco me iba a quejar».

Habíamos oído algo, muy someramente, sobre que en otras comunidades el alumnado se estaba quedando en casa y esto suscitaba este tipo de reacciones en mayor o menor medida, el segundo trimestre siempre se hace un poco cuesta arriba para los miembros de la comunidad educativa, y no pudimos evitar la sorna.

Otros compañeros hasta se cuestionaban si dejar a sus hijos e hijas en casa al día siguiente, basándose en un principio de prudencia.

Resultó que, esa misma tarde, el Presidente del Gobierno nos acompañó a todos en nuestras casas y se abrió la puerta a lo que, hasta ese momento, solo había sido una sospecha.

La sombra del confinamiento en España tomó cuerpo y, a la mañana siguiente, el profesorado llevó a cabo su labor, como siempre.

Pero esta vez asesorados por una mezcla entre temor y falta de experiencia hacia la cruda situación que entonces desconocíamos y nos parecía de película.

Triste asesoramiento, dado el mazo des- conocido que pendía (y no ha dejado de hacerlo) sobre nuestras cabezas, que venía acompañado por la convicción o, mejor dicho, la esperanza de que volveríamos en dos semanas que servirían para repasar en casa.

La evaluación estaba a la vuelta de la esquina y a muchos no nos vendría mal del todo, así que trabajo para casa.

Hasta ahí todo bajo control, y de repente, el zafarrancho. Ese fin de semana empezó a llover una carga de información, desinformación, peti- ciones, sugerencias y exigencias para la que creíamos estar preparados. Y no.

Sabemos que el profesorado cuenta con varios grupos en los que ejerce docencia a diario, y cada grupo está compuesto por decenas de personas, cada una con sus necesidades, infraestructura y economía domésticas, difíciles de unificar desde la sala de estar de nuestra casa, pero nos remangamos, como lo hacemos siempre, como lo hemos hecho siempre, y empezamos con la que ahora se conoce como «teledocencia».

Curiosa la nomenclatura que va naciendo de las necesidades de las personas, nos hizo gracia el nombre y nos adaptamos al nuevo sistema, sin pautas demasiado claras porque el futuro tam- poco lo estaba.

Los más jóvenes y/o (por qué no decirlo) dinámicos, optamos por la vídeo conferencia, casi rezando para que el ancho de banda en casa aguantara el chaparrón, y partiendo de que, casi con toda seguridad, la situación en las casas de nuestros alumnos y alumnas sería muy dispar.

Distintas edades, prioridades domésticas, y ganas o falta de, también.

«No hace falta que nos conectemos en vídeo conferencia, si no podéis, sin presiones, sin compromiso». «A los niños les gusta seguir en el horario, Claudia, se lo pasan bien, se distraen de estos días, es como si salieran de la casa…». Un vasito de agua en el desierto. Otros docentes, otras maneras (cada maestrillo…), y nos pusimos al día con plataformas, cuentas de email y otras medidas para comunicarnos con el alumnado, incluyendo nuestros teléfonos, porque nadie nos había preparado para esto.

Qué difícil y qué raro todo. La especie docente, en casa, es persona también. Y en tantas casas, tantos casos, hay variedad.

Con un mayor al cargo, ley de dependencia. Del ayuntamiento nadie viene, y tiene que hacer el trabajo de dos profesionales, lavarla, mo- verla, tratarla, con Alzheimer, soporta gritos, im- paciencia y alguna agresión física diaria.

Es tutora. Alumnado, profes, familias…. La gente engordando y ella adelgaza.

Otro modelo de esta misma especie do- cente, tutor, cercano a la jubilación. Padres que presionan porque, a su criterio, les llegan pocas ta- reas y los niños no están lo ocupados que ellos quieren. La culpa… No tiene formación suficiente en tecnologías de la información.

Afrontando críticas, y 24 horas a disposición para que juzgue quien no sabe de su condición. «La formación a distancia existe, no debe de ser tan difícil…”.

Es verdad, pero ¿con un grupo de 31? ¿Y con 5 grupos de 31, 27, 35…?

Y en medio de todo, la conciencia de dar el do de pecho a pesar de las críticas, de algún repro-

che, de algún padre «yo no soy maestro, ahora de- berían pagarnos a los padres». Y el trabajo de terapeuta en la distancia «Estamos a su disposición, ¿cómo podemos ayudar?», «Sin agobios, no hay que preocuparse, bastante tenemos encima ya…¿Cómo estáis en casa?».

Y esa madre delegada, siempre queriendo ayudar, cualquier día, a cualquier hora (gracias M. José, otra y otra y otra vez). Tele reuniones de equipos educativos, vídeo encuentros de tutores con Orientación, nos hacían ver que «querer es poder», que los días van pasando y el alumnado responde, se adapta y también acepta el episodio histórico que nos ha tocado vivir. Lo hicieron porque no sabían que era imposible (gracias Josemi Valle, Rock &Ríos) y empezamos a cambiar el «yo no soy maestro» por el «gracias». No hay aplausos para nosotros, pero hay palabras. Llegan en forma de: «¡Qué gran trabajo!, gracias por preocuparte”, “¿Cuándo volveremos a clase?» o «Claudia, esta clase nos ha gustado”, «Nunca pensamos echar de menos el instituto, echarte de menos». Otro vasito de agua en el desierto.

Publicado por sptartessos

La Sociedad Pedagógica Tartessos está formada por docentes interesados en modernizar la educación española.

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