La imagen que acompaña a este artículo no es aleatoria. Tiene un por qué: en el Trastorno del Espectro Autista (TEA) vemos dificultades en la comunicación y cuando hablamos de comunicación no es meramente el lenguaje oral o escrito, sino el corporal, las diferentes interpretaciones que podemos dar a las palabras o a los gestos.

En la imagen (de ARASAAC) vemos dos perfiles que dicen y piensan multitud de cosas que al recibirlas podemos interpretarlas de múltiples formas. En ocasiones nos cuesta expresar y por ende no obtenemos una respuesta que nos ayude. Esto es algo que les pasa mucho a las personas con TEA.
¿Qué es el Trastorno de Espectro Autista?
Desde un punto de vista fisiológico tenemos la descripción de Kolb y Whishaw, 2011. Neuropsicología Humana, Madrid, España. Editorial Médica Panamericana. “El autismo se asocia con alteraciones del tronco encefálico caracterizadas por una re- ducción de tamaño de la porción posterior de la pro- tuberancia”.
Según la Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM-5 el TEA se considera como “deficiencias persistentes en la comunicación social y en la interacción social en diversos contextos”. En esta guía el TEA está basado en un modelo dialógico, deben mostrarse síntomas tanto en la dimensión social como la no social que abarca tanto las conductas e intereses restringidos como las anomalías en el procesamiento sensorial.
Tras varias lecturas y diálogos con personas experimentadas en el tema, mi definición sobre el autismo es: Alteración producida durante la gestación a nivel cerebral que se ve reflejado en dificultades de comunicación, relación social y restricción de intereses. Tratar de definir todo un espectro en dos líneas es un reto ya que, como sabemos, cada niño o niña con TEA tiene su casuística y son muy diferentes entre sí.
¿Cómo concibe el alumnado la evaluación y la intervención?
Contextualizando en nuestro país, la edad media de sospecha se sitúa en torno a los 22 meses de edad. Se realiza la primera consulta a los 26 meses y se obtiene un primer diagnóstico específico casi a los 52 meses de edad. En el caso del trastorno de Asperger el diagnóstico es más tardío. (Juan Martos y María Llorente. Capítulo 9 del libro: Neuropsi- cología pediátrica compilado por Antonia Enseñat, Teresa Roig y Alberto García. Editado por Síntesis en 2015).
Soy tutora de aula TEA con niños de Infan- til/Primaria y lo que veo en mi alumnado es que sienten que pasan por muchos lugares y por muchas personas que le hacen jugar, trabajar, y que no entienden en ocasiones el por qué. No entienden por qué tienen que salir de su aula de referencia en al- gunas asignaturas, no entienden los juegos de sus compañeros, no entiende por qué algunos profeso- res le regañan o le gritan…
Todo su día es “no entiendo”. Cuando llegan al aula TEA es un entorno que controlan, saben dónde están sus cosas y cómo expresar sus peticiones. Tienen apoyos que necesitan para su día a día.
El alumnado del aula de referencia también necesita información sobre lo que sucede; por qué Juan sale de clase, por qué Juan no me contesta cuando le pregunto, por qué Juan no juega conmigo y sale corriendo… En este mundo de evaluación e intervención tenemos que tener en cuenta su contexto para facilitarle el acceso a la información de este.
De lo expresado anteriormente llegamos a este punto “El sistema educativo”.
Actualmente en centros educativos de escolarización preferente TEA existen aulas TEA donde la ratio es de cinco niños por aula y en determinadas asignaturas entran a su aula de referencia (aula ordinaria).
Entran con un apoyo de especialista a un aula que no está adaptada, es el especialista quien tiene que aconsejar al profesorado de la ordinaria cómo hacer o tener el aula.
Lo primero es hacer ver que un facilitador no es una “chuleta”, no es un “ponérselo más fácil”. Simplemente hacemos que esa misma información le llegue por otra vía.
En España se está planteando la idea de cerrar los Centros de Educación Especial y derivar al alumnado con los profesionales a los centros de la ordinaria.
Tenemos que transmitir que la idea de un centro especial no es algo peyorativo ni negativo, todo lo contrario.
Es un lugar hecho para este alumnado. Hay una carta escrita por una madre que lleva a su hija a un Centro de Educación Especial “me acusan de segregar a mi hija, de discriminarla, de robarle oportunidades, de aislarla; mi hija no está siendo marginada ni excluida de la sociedad por asistir a un Centro de Educación Especial sino todo lo contrario, habilitada, formada, instruida y capacitada para dar lo mejor de sí misma; esa es la verdadera inclusión, ser parte del mundo que te ha tocado vivir con tus mejores armas; no es cierto que solo haya inclusión si previamente ha habido inclusión educativa”.
Todo esto son extractos de su carta, aunque merece la pena leerlo entero. Nosotros nacemos con unas nociones, instintos que nos ayudan a aprender de una forma determinada, si no naces con esta forma de aprendizaje tiene que existir una forma de acceso a la sociedad adaptada a este tipo de aprendizaje para la vida.
Otro punto a tratar en este apartado son los apoyos a la persona con tea y a la familia.
La idea del apoyo al alumnado es ir poco a poco retirándola para que sean cada vez más autónomos. Tenemos que tener muy claro los objetivos que nos planteamos a la hora de entrar en el aula de referencia y apoyar en los patios. En unas situaciones el apoyo será para acceder a la información curricular, y en otras situaciones el apoyo irá dirigido a la socialización. Esto se puede dar tanto dentro del aula como en los momentos de ocio dentro del centro escolar.

Nuestro apoyo también va dirigido a las familias, tanto apoyo emocional como información sobre cómo trabajar con su hijo o hija la información escolar. “Tenemos que aprender a ver el mundo a través de los ojos de una persona con autismo. Cuando seamos capaces de comprender por qué la vida les resulta difícil, podremos mover obstáculos y desarrollar respeto por los esfuerzos que hacen para sobrevivir entre nosotros”. Theo Peeters.
